viernes, 14 de diciembre de 2012

Cartas a un alguien.

            A pocas personas les abro las puertas de mi fortaleza cuyas murallas son muros de misantropía. A veces, cada 4 años, una bisiesta persona entra en mi vida y decido que debe quedarse, decido que debo regalarle un poco de mí. Al fin y al cabo, aunque me cueste creerlo, el ser humano es social por naturaleza. Me explico; desde que el humano puso el pie en la tierra una parte de nuestro cerebro ha ido desarollándose para dar paso a todo este entramado social que nos facilita la vida. No puedo dejar atrás semejante legado histórico, aunque sea por respeto a la evolución. Por tanto, cumplo con mi parte.

         Te ví un día, solitaria y meditabunda y me dije: "Por qué no?". Años después habías entrado en mi vida atravesando mis muros infranqueables.  Años después de que entraras te habías ido con una fuerza aun más arrasadora.

           Tus continuos suicidios de la personalidad aumentaban mi tedio cada día. Querías ser la suma de potencialidades y actos de las personas más simbólicas de tu vida. Querías implantar el caos en la dualidad de tu cuerpo-mente y entonces te enamoraste. Te enamoraste y tu personalidad maleable ya no era suicida, simplemente no era. Olvidaste las viejas compañías, te negaste a conocer las nuevas. Día tras día buscabas recoger los resquicios de un amor que no era para ti, no querías escucharlo, tenías miedo a que la posibilidad del hecho te golpeara de frente y huiste de mí. Huiste como huyen las hojas secas del viento.

Pilares de mi vida fueron desvanecíéndose, me vi ahogada en los mares del rumor. Eras la peor de todas las mujeres, la más peligrosa, la que más me conocía. La que podía dar donde duele. No paraste hasta ahogarme en dicho mar.

Puedo pararme, trazar un punto de inflexión y darme cuenta de que a lo mejor, esto es solo la mala reseña de un "De profundis" de nuestro amigo Oscar Wilde..

Hay personas que con solo desnudarte el alma ya han desanudado todos los nudos que te atan a lo físico, luego, saben atarte a lo que más te duele del pasado, a lo que menos soportas del presente y hacer que esa cuerda te ahogue hasta que ya no sientas nada más.

Gracias a ti, he vuelto a rodearme de misantropía, de despedidas, de vanas esperanzas y de confianza hacia las malas personas, que tal como dijo Faulkner, son las que jamás cambian.









Un adiós por todo.

1 comentario:

  1. Teniendo el mismo seudónimo que Oscar Wilde en París cuando estaba tan de profundis bajonazo, que menos que aplaudir esta entrada de su blog. Sus palabras; dardos con certeros pensamientos y por momentos rosas. Saludos, y adelante.Siempre suyo, Melmoth the wanderer.

    ResponderEliminar