jueves, 29 de noviembre de 2012

Aún estabas ahí.

Era sorprendente, después de toda la noche ahí seguías. Sabías que ansiaba irme, escapar...Coger las maletas, montarme en ese avión y no volver a verte y ahí estabas. Esperando que pasara la tormenta y, que al despertar, nada hubiera cambiado.

Tenía miedo de equivocarme, pero a miles de pies de alturas los problemas parecen cosas pequeñas, insignificantes. La más pura literalidad de la expresión "estar en las nubes". No sabías hacerme volar sin comprar un billete, no sabías poner en boca tus propias palabras, todas eran de prestado, no sabías que hay detrás de una mujer por muchas que te hayan tenido dentro. Pero nadie dudaba de que me querías.

Era un 3 de diciembre que nunca más fue.

Me levanté, preparé café. Era lo único que sabía hacer ¿Cuánto tardarías en olvidarme?, ¿Un día por cada kilómetro que me alejara?, ¿Cuánto tardarías en desnudar a otra?, ¿Un día por lágrima que derramara?. De ser así me prometí a mi misma alejarme mucho, muchísimo y no llorar nunca. Esa clase de retos que una misma se pone sintiéndose estúpida, vulnerable.

Desde la cocina te miraba, estabas azul, entrelazado con la franela de mis sábanas, discutiendo en silencio quien tenia el tacto mas suave. No sabía como decir adiós. A lo mejor no estaba preparada, a lo mejor nunca se está preparada para eso.

Te acerqué el café y no fui capaz mirarte. Se quedó frío como frías estaban nuestras palabras, como fría estaba la mañana de diciembre.

No me gustan las despedidas, por eso no me despedí.



Dejo el aroma del café y el sentimiento de la ausencia como muestra de que un día existí en tu vida.


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