jueves, 14 de febrero de 2013

Metafísica del botón.


       Recogió lo que quedaba de su maltrecho cuerpo y se asomó al espejo. Sorprendentemente estas ojeras color melancolía y esas pestañas sarmiento hoy la hacían parecer preciosa. De esas bellezas que solo los tristes pueden apreciar.

     Se puso unas bragas de encaje, la camisa de la noche anterior y arrastró su cuerpo a la cocina. Té con leche, como todas las mañanas. Té como rutina y hoy; tostadas, con mantequilla o tal vez mermelada, da igual. Cuando no compartes desayuno los pequeños detalles carecen de importancia para las suicidas en potencia.

     El pelo aun le olía a tabaco y la vida le apestaba a alcohol y bueno, su boca, seca y maltrecha por la resaca, tenía el regustillo de el último hombre que beso al final de la barra del bar. El lugar donde residen tantas esperanzas como desilusiones, alegrías como penas. Es curioso como una simple parte del mobiliario público puede contener tantas historias ocultas grabadas en madera y barniz.

      Tenía los pies sucios. Las manos áridas como el desierto donde nada florece pero ahí estaba. Aferrándose a su desayuno tan ligero como su propia existencia.

     Con la mirada perdida observó que un hilo asomaba en lo que une al botón con la camisa y tiró de él. Cayó al suelo el botón y entonces comprendió que para sostenerse de vez en cuando es necesario alguna atadura más allá de la física.

2 comentarios:

  1. María puedes seguirme en twitter me gustaría hablar contigo por dm de un tema. gracias

    @Valeriafy8

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  2. Por qué mora la belleza en el espejo decadente. Siempre.

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