domingo, 24 de marzo de 2013

Esperar.

       La vida me ha enseñado a esperar; el autobús. El turno del médico.El de la peluquería. La preparación del chocolate en el microondas. A que termine la tormenta. A que me beses. A que te vayas. A que vuelvas. A irme yo. A volver. A aparecer. A desaparecer. A lo cotidiano.

     La vida me ha enseñado que se pueden esperar a personas especiales, sí, de las que parten la rutina, que se pueden esperar cartas que hagan de una caligrafía el más grande de los tesoros, que se puede esperar y morir de espera. Qué de amor nadie muere pero de paciencia, pues, a lo mejor muero yo.

     La vida me ha enseñado que podemos malgastarla en esperar cosas intangibles. Y bueno, qué paradoja. Descoser los minutos de nuestras costillas para verlos recompensados en emociones que duran un suspiro, que se van en un pestañeo y los minutos descosidos nunca vuelven. Ni aunque pongamos parches a nuestro cuerpo.

     Es por eso que hoy me decido a no esperar nada de nadie, ni de ti, para no hacer una aleación de mi cuerpo con el tic-tac de tu minutero, para que los minutos que me sobren pueda gastarlos en la cama rozando mis pies sin pretensión alguna. No espero para no sufrir. No sufro para no esperar que me curen las alas rotas por volar contrarreloj. No espero para no esperar. Para no esperarte.

4 comentarios:

  1. Me sigue gustando como escribes.Enhorabuena. No espero la próxima entrada de tu blog, pero sería deseable.

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  2. Pues sí que me he perdido cosas tuyas... (Muy mal por mi parte, sí, porque escribes realmente bien)
    Lo mejor es no esperar nada de nadie para evitar decepciones, aunque a veces nos gustaría que, por lo menos, nos agradecieran lo que hacemos por ese alguien. Aunque sea un poquito.

    Un abrazo.

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    1. Ante todo muchas gracias.
      Y, bueno, ¿qué te voy a contar? ilusionarse y pretender es humano, como también es el sufrir. A veces es un poco triste la condición.

      Un abrazo y ojalá que nunca se te rompan las ilusiones.

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